Muchas veces dicen que las camisetas y los números que llevan inscriptos son extensiones mismas de la piel humana. Así como la camiseta número diez de la Selección Argentina refleja a Diego Armando Maradona o el número 23 en una camiseta de basquetbol representa a Michael Jordan, la número diez del Club Atlético Independiente sólo remite a un nombre y a un hombre: Ricardo Bochini. Un muchacho petiso y semi calvo que debutó en el Rojo en junio de 1972 – en San Lorenzo no llegaron a probarlo, y en Boca lo rechazaron inmediatamente- y que se transformó en un símbolo no sólo para su equipo, sino para todo el fútbol argentino. Bastante introvertido en la intimidad, en la cancha era un diablo. Era muy difícil marcarlo, ya que sus gambetas endemoniadas enloquecían a los defensores de los equipos contrarios: movimientos rápidos, amagues, quiebres de cintura. Apodado “El Genio”, fue fiel a la camiseta del Rojo por veinte años y allí ganó absolutamente todo, batiendo, incluso, varios récords. Es el jugador con más encuentros disputados para Independiente, ganó cuatro títulos en el ámbito nacional y nueve copas internacionales. En el fútbol local se quedó a tres goles de los cien, pero siempre convirtió tantos en momentos trascendentes. Quizás el más recordado por todos sea aquella fantástica pared con Daniel Bertoni frente a Juventus, en el Estadio Olímpico de Roma, que posibilitó que Los Diablos Rojos ganaran su primer Copa Intercontinental en 1973. Y si bien convirtió pocos, no le gustaba festejar los goles de penal. Era una persona que se ubicaba lejos de la demagogia y de las declaraciones explosivas, tan presentes en el fútbol de hoy. Él contestaba con lo que mejor sabía: jugar. Su gran panorama dentro de la cancha, dio origen a una leyenda: “Bochini tenía ojos en la nuca”. Jugaba y hacía jugar, disfrutaba cada pase de gol que daba, cada jugada que iniciaba. Vistió la camiseta de la Selección en el Mundial de México 1986, pero jugó apenas seis minutos. No obstante, en una jugada combinó una pared con Diego Armando Maradona, quien luego dijo que “fue como tirar una pared con Dios”. Una tarde de mayo de 1991 el Genio, el Bocha, el Pelado, le dijo adiós a las canchas por siempre.
Fecha del artículo: marzo de 2006
Publicado en: Trabajo Práctico para el Instituto Grafotécnico
No hay comentarios:
Publicar un comentario